La policía de Tulsa, Oklahoma, arrestó a dos hombres con relación a
la masacre que dejó un saldo de tres muertos y dos heridos. Todas las
víctimas eran afroestadounidenses. Los asesinatos provocaron terror
entre la población predominantemente negra de Tulsa. La policía afirmó
que los sospechosos, Jacob England y Alvin Watts, conducían por las
calles del norte de Tulsa en una camioneta pickup mientras mataban al
azar a los transeúntes. La policía no calificó los asesinatos de crimen
de odio. Sin embargo, varios oficiales locales han dicho que los mismos
tuvieron motivos raciales.
El reverendo Warren Blakney, presidente del capítulo de Tulsa de la Asociación Estadounidense para el Progreso de la Gente de Color (NAACP, por su sigla en inglés), declaró: “Queremos que nuestra gente sepa que no hay necesidad de intentar vengarse y hacer justicia por mano propia. Aguarden el proceso y veamos qué sucede”.
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